miércoles, 25 de septiembre de 2019







Es difícil quererse a uno mismo cuando se ha vivido en un entorno tóxico por mucho tiempo, uno adopta ciertos mecanismos de defensa que sirven para que no duela tanto el cotidiano; sin embargo nunca se logra esquivar todo y de alguna manera se cuela hacia nuestro interior y logra confundirse  con quien somos

Uno se pierde fácilmente en los caminos del ego y la moral que tanto castigan el sentido profundo de una vida consciente y reflexiva. Una vida amorosa(desde el sentido más pleno del amor) no es compatible con la sistemática e idiotizante rutina en la que hemos convertido nuestra existencia,  una vida que ha perdido el sentido en la automatización de las interacciones más valiosas, los seres humanos hemos reemplazado el sentir, por el hacer o más bien el producir. Hemos olvidado la importancia de la existencia contemplativa que nuestros sabios ancestros alguna vez valoraron.

Cuando una es niña, se emociona soñando el mundo de posibilidades que existen en la vida adulta. Ignorando lo realmente complejo que es transitar hacia esa edad sin ser dañada, arrastrar heridas inconscientemente muchos años, a riesgo de no lograr notarlo o incluso notarlo y no saber sanar.
Convulsionamos a tal punto las emociones que terminamos disfrazando la pena en rabia, pues no queremos mostrarnos vulnerables, porque mostrar debilidad no es valorado en este mundo, porque si te muestras tímido te aplastan, porque si eres amable se aprovechan, porque si eres tierno se burlan, porque si eres reflexivo eres hippie atípico que no funciona ni encaja en estos tiempos, porque querer detenerse y replantearse es "perder el tiempo", porque querer salirse de esa rutina es una utopía que no tiene cabida, porque la máquina te alcanzará igual, porque nos llenan de miedo progresivamente y todo se convierte en un peligro, porque sentir no es productivo, no te paga la vida ni te remunera y si no se traduce en plata es inútil. ¡Que perdidos estamos!, hay tanto dolor, que cada uno termina validando su egoísmo como si eso nos fuera a proteger de el colapso que inevitablemente viviremos.
Debemos caer, es urgente que entendamos que para sanar hay que estar necesariamente en un entorno amoroso, que cobije, que apañe, que acompañe y comprenda que la ternura en definitiva es el único camino que puede rescatar a la niña que olvidamos, que borramos con nuestras acciones mecánicas, que la ternura es la única forma de des-programar nuestro cuerpo para enseñarle que las estructuras no deben ser rígidas, que la humanidad necesaria para re-conectar con la naturaleza de nuestro espíritu está básicamente en volver a sentirnos, escucharnos, amarnos y respetarnos y de la misma manera a los otros.

Volvamos a nuestra infancia y rescatemos nuestro futuro sanando y reconciliándonos con nuestra historia. Dejemos de castigarnos y culparnos y volvámonos responsables de nosotros mismos. Asumiendo sin miedo que nada, absolutamente nada es tan duro como para no transformarse.
Recordemos que el universo entero esta en una sola célula de nuestro cuerpo y que por lo tanto podemos cambiar nuestro mundo si nos cambiamos a nosotros mismos....


Necesitamos lograr callarnos, para que cuando encontremos el verdadero silencio podamos escuchar lo que verdaderamente importa.