Estaba sola
frente al espejo, desnuda, cuando un golpecito en su vientre iluminó sus
recuerdos, esos recuerdos donde aquél amor que descalabró su fundamento
revolucionario frente a la sociedad patriarcal, le hacía el amor, tiernamente y
se dejaba llevar por lo que en ese momento era lo más importante, ese pulso
acelerado que está en la piel y que los tenía enlazados y atrapados en la
pasión que se sentían, ese amor que convertían en besos, en olfateos, en
caricias que los elevaba por sobre todos los problemas. Y ahí, justo en ese recuerdo lo supo, ahí ¡la
concepción!, la consciencia del momento exacto en que ella dejó de estar sola y
se convirtió en algo más.
No existía
otro momento más que ese en su cabeza, ¿era posible saber con tal exactitud el
instante de la concepción?, no sabía, sin embargo su seguridad respecto a ese recuerdo lo
completaba todo para seguir.
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